¿Por qué necesitamos la filosofía?

INTRODUCCIÓN

¿Que sucede cuando no escuchamos nuestras emociones, cuando de alguna manera intentamos evitar el dolor, el sufrimiento y los estados afectivos negativos no sintiéndolos, no pensando en ellos…? Hay muchas maneras de evitar el dolor, el sufrimiento, etc. y todos las conocemos e incluso las hemos utilizado en algún momento, ya que a veces cuando el dolor y el sufrimiento es abrumador estas formas de defendernos son útiles y tienen su función. Ahora bien, el problema es cuando se convierten en formas automáticas de evitación y no confrontación y por tanto no conscientes y recurrimos a ellas sin mediar la reflexión y sin entender el significado que tienen y que tal vez con el paso del tiempo ese significado que tenían ya no sea ni adecuado ni adaptativo.

Es importante tomar conciencia, por tanto, de a que obedecen esas formas de comportamiento, cual es el significado de esas defensas, por ej. “trabajo mucho para no pensar en mi separación”, “juego a las máquinas tragaperras para olvidarme de ciertas dificultades de la vida” “consumo alcohol, cocaína, etc. para mitigar la soledad y el sentimiento de vacío que me dejo la muerte de mi esposa”…

Cuando este tipo de evitaciones, de defensas ante sentimientos y estados afectivos abrumadores se automatizan y perdemos el significado de por qué y para qué las utilizamos se convierten en formas de comportamiento que nos sirven para no pensar, no sentir y que como vamos a ver nos debilitan, adormecen ante la vida y sobre todo nos desconectan de nosotros mismos.

NECESIDAD DE CONECTAR CON NOSOTROS MISMOS

El self agente, capaz de autorregularse empieza por la interocepción. Cuanto mayor es el conocimiento de nuestras sensaciones sensoriales corporales mayor potencial tendremos para controlar nuestras vidas. “Saber que sentimos es el primer paso para saber por qué nos sentimos así”.

Según Schore, la capacidad limitada para modular en situaciones estresantes la intensidad y duración de los propios estados afectivos, en particular de emociones  biológicamente primitivas (rabia, repulsión, desesperación y vergüenza, entre otras) lleva a una situación en la que no se experimentan afectos discretos y diferenciados, sino sensaciones somáticas y viscerales abrumadoras.

En la misma línea  Henry Kristal superviviente del holocausto nos dice que muchos de sus pacientes aprendieron a silenciar sus emociones antaño abrumadoras, y como resultado de ello ya no reconocían lo que estaban sintiendo. Estos pacientes carecen de una necesaria habilidad para decodificar los significados de las emociones, experimentándolas como meros estados corporales

Ruth Lanius se preguntó ¿qué sucede en el cerebro de los supervivientes de traumas cuando no están pensando en el pasado? Realizó sus estudios sobre el cerebro en reposo, la “red neural por defecto”, para la comprensión de como el trauma afecta la conciencia de uno mismo, específicamente la conciencia sensorial de uno mismo. Creó un grupo de 16 personas “normales” para hacerles un escáner cerebral mientras no pensaban en nada (se les pidió que centraran la atención en su respiración y que intentaran vaciar la mente al máximo), más tarde se realizó el mismo experimento con 18 personas que habían tenido historias de maltrato crónico grave durante su infancia.

Lanius se preguntaba ¿Qué está haciendo nuestro cerebro cuando no tenemos nada concreto en la mente? La conclusión de estos estudios es que cuando no tenemos nada concreto en la mente resulta que nos prestamos atención a nosotros mismos. El estado por defecto activa las áreas cerebrales que trabajan conjuntamente para crear nuestra percepción del “yo”. Cuando Ruth Lanius analizó los escáneres de los sujetos normales, observó la activación de regiones de la red neuronal por defecto (RND) que anteriores investigadores habían descrito.

Bessel la llama la cresta de la autoconcienciación, las estructuras de la línea media del cerebro, que empiezan justo sobre los ojos y discurren por el centro del cerebro hasta la nuca. Todas estructuras de la línea media están implicadas en nuestra percepción del yo. El cíngulo posterior nos da la percepción física de dónde estamos (nuestro GPS interno). Está fuertemente conectado con la corteza prefrontal medial (CPFM), También está conectado con las áreas cerebrales que registran las sensaciones procedentes del resto del cuerpo: la ínsula, que transmite los mensajes de las vísceras a los centros emocionales; los lóbulos parietales, que integran la información sensorial; y el cíngulo anterior, que coordina las emociones y el pensamiento. Todas estas áreas contribuyen a la conciencia.

La diferencia con los escáneres de los 18 pacientes de TEPT crónico con traumas graves vividos en la primera infancia era llamativa. Prácticamente no había activación de ninguna de las áreas de autopercepción del cerebro. La CPFM, el cíngulo anterior, la corteza parietal y la ínsula no estaban en absoluto iluminados; la única área que mostraba una ligera activación era el cíngulo posterior, que es el responsable de la orientación espacial básica.

Como explican estos resultados: En respuesta al propio trauma, y para manejar el miedo que persistió mucho tiempo después, estos pacientes habían aprendido a desconectar las áreas del cerebro que transmiten los sentimientos viscerales y las emociones que acompañan y definen el terror. Sin embargo, en nuestra vida diaria, estas mismas áreas cerebrales son responsables de registrar todo el abanico de emociones y sensaciones que forman los cimientos de nuestra autoconcienciación, la percepción de quiénes somos. Comentan que lo que estaban viendo era una adaptación trágica: en un esfuerzo para desconectar unas sensaciones aterradoras, también adormecieron su capacidad de sentirse totalmente vivos.

Damasio (The feeling of what happens) afirma que el núcleo de nuestra auto-conciencia reside en las sensaciones físicas que transmiten los estados del cuerpo, dice:

  • Los sentimientos primordiales proporcionan una experiencia directa de nuestro propio cuerpo vivo, sin palabras, sin adornos y conectados nada más que con la pura existencia. Todas las emociones sentidas son complejas variaciones musicales de los sentimientos primordiales.
  • No se puede gestionar la vida y mantener el equilibrio homeostático sin datos sobre el estado actual del cuerpo del organismo. Damasio llama estas áreas organizativas del cerebro el “proto-yo”, porque crean el conocimiento sin palabras subyacente tras nuestra percepción consciente del yo.

Los estudios y trabajos de estos científicos nos cuestionan sobre la importancia de ser conscientes, de aceptar y conectar con nuestras sensaciones y emociones por muy difíciles de soportar que estas sean.

COMO ADQUIRIR LA CAPACIDAD DE CONEXIÓN

Esta conexión se puede realizar de una forma gradual, no tenemos porque someternos de golpe a algo que sentimos completamente abrumador. Se trata de poder ir aumentando gradualmente nuestra capacidad para tolerar esos afectos y emociones que nos resultan intolerables. Para esto es importante que nuestro self vulnerable, también gradualmente, vaya adquiriendo el sentimiento de ser capaz de tolerar, que nos vayamos sintiendo cada vez más cohesivos e integrados y por tanto menos vulnerables lo que a su vez incide en que podamos ir tolerando cada vez mejor esos estados afectivo-emocionales que antes nos resultaban intolerables.

¿Cómo podemos conseguir este aumento de tolerancia al dolor y al sufrimiento? Como hemos comentado antes cuando nos sentimos más integrados y más cohesionados adquirimos un mayor sentimiento de capacidad de afrontamiento y nos sentimos menos vulnerables. Poco a poco cada vez somos más capaces de tolerar el dolor, el sufrimiento y las emociones negativas, nuestra conciencia de nosotros mismos se despierta a las emociones, a todo tipo de emociones tanto negativas como positivas, lo que hace que nos sintamos más integrados, más vivos y plenos; no en vano, como nos dicen los autores antes mencionados, los circuitos relacionados con la autoconciencia que antes estaban adormecidos se despiertan.

La manera más natural para aprender a afrontar las angustias y ansiedades, el dolor y el sufrimiento que las situaciones de la vida nos depara es a través del vínculo esto ha sido así desde siempre, filogenética y ontogenéticamente. Interiorizamos esta capacidad para contener y gestionar los estados afectivo-emocionales cuando hemos tenido vínculos que nos han servido de modelos al ser capaces de escuchar y contener estos estados desde su disponibilidad y conexión con nuestros afectos, emociones y angustias, con nuestro dolor y sufrimiento. Cuando no hemos tenido esta suerte y nuestros vínculos por diferentes circunstancias de la vida (ellos tampoco tuvieron buenos modelos, traumas, etc.) no pudieron o supieron aportarnos estas capacidades nos quedamos desprotegidos, inseguros e incapaces de gestionar de un modo adecuado las situaciones que nos generan ansiedad.

Desde la psicoterapia relacional se trabaja con el supuesto de que el ser humano es un ser social por naturaleza (en apoyo de este supuesto están nuestras neuronas en espejo) y que por tanto el vínculo con un otro disponible, confiable y responsivo es una buena manera de poder adquirir esa capacidad para contener y gestionar los estados emocionales negativos que nos pueden desestabilizar y llenar de ansiedad. El terapeuta, a modo como una madre suficientemente buena, ha de ser ese vínculo de apoyo y confianza, capaz de compartir y contener las angustias y ansiedades, el dolor y el sufrimiento del paciente para que este pueda aprender a gestionarlas mejor.

Reitero, la forma más natural de trabajar con las emociones tanto negativas como positivas es en el vínculo con un otro, es la compartición social de las emociones, es como hemos aprendido a hacerlo en nuestros primeros días y también en los primeros pasos de nuestra especie.

El vínculo ha de ser esa base segura, capaz de sostenernos y contenernos, desde la que poder explorar y conectar con nuestros miedos e inseguridades, nuestros deseos y anhelos, así como con nuestro dolor y sufrimiento. Sentirnos reconocidos y validados por un otro, sintonizados y conectados con ese otro, hace que la compartición de nuestros estados emocionales negativos nos ayude a tolerar mejor estos, calmándonos, integrándonos, vitalizándonos y cohesionando nuestro sentimiento de nosotros mismos como seres capaces, válidos y valiosos. Y lo que es más importante que podamos interiorizar esta forma de relacionarnos con nosotros mismos para así poder realizar estas funciones que ahora sí tenemos incorporadas en nuestro self.

José González Guerras, Psicólogo y Psicoterapeuta Relacional

                                                           Centro Psicológico Self

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